Madrid. (EUROPA PRESS).- La página web Wikileaks ha obtenido más de 92.000 documentos secretos referentes a las acciones del Ejército estadounidense durante la guerra en Afganistán, y que detallan, entre otros aspectos, las profundas sospechas de los militares norteamericanos sobre la presunta colaboración de los servicios de Inteligencia paquistaníes con la insurgencia talibán, así como detalles sobre las operaciones de combate nunca revelados hasta el momento.
La filtración de los documentos ha sido condenada inmediatamente por la Casa Blanca, en particular por el asesor de seguridad del presidente Obama, James Jones, que la ha calificado de acto «irresponsable» y susceptible de poner en peligro la seguridad de las operaciones y del país.
La página fundada por Julian Assange, que el pasado mes de abril difundió un vídeo secreto sobre la muerte de un periodista de Reuters en una operación del Ejército estadounidense en Bagdad, ha avanzado el contenido de los documentos de manera simultánea a tres de los diarios más importantes del mundo: el ‘The New York Times’, el británico ‘The Guardian’ y ‘Der Spiegel’, de Alemania.
Los informes, recogidos entre enero de 2004 y diciembre de 2009 suponen, a juicio del jefe de la sección de la investigación del ‘Guardian’, David Leigh, «lo que podría ser la mayor filtración en la historia de los servicios de Inteligencia».
Entre los documentos se encuentran informes de agencias de inteligencia donde se detallan posibles amenazas contra las tropas, descripciones de operaciones de combate, transcripciones de conversaciones con políticos locales, la mayoría de ellos clasificados de alto secreto.
Ninguna de las fuentes oficiales consultadas por el diario ‘NY Times’ ha disputado la veracidad de la información, según el rotativo estadounidense. No obstante, los documentos revelados no contradicen versiones oficiales de las operaciones, aunque sí contienen información que revela que, en algunas ocasiones, el Ejército estadounidense ha realizado comentarios públicos que llevan a la confusión sobre el desarrollo de la guerra.
Pakistán
Varios informes de la Inteligencia estadounidense acusan al Servicio de Inteligencia Paquistaní (ISI) de «armar, financiar y entrenar a la insurgencia talibán desde 2004», según revelan los documentos, aunque se destaca que no existe ninguna prueba concluyente que demuestre estas acusaciones.
Los documentos indican que operativos secretos del ISI habrían entrenado a terroristas suicidas y proporcionado enormes sumas de dinero a los talibán a través de la frontera. Además, existiría un compromiso por parte de la agencia de inteligencia paquistaní por el que se daría apoyo logístico para esconder a los encargados de perpetrar posibles magnicidios, entre ellos el asesinato del presidente afgano Hamid Karzai.
Sin embargo, pocos de los eventos descritos en los informes han sucedido en la realidad y la fiabilidad de las fuentes no es lo suficientemente sólida, al tratarse sobre todo de oficiales afganos los encargados de proporcionar esta información a las agencias de inteligencia estadounidenses.
En combate
Los documentos detallan que el régimen talibán ha empleado misiles portátiles infrarrojos modelo Stinger contra aviones de combate aliados, la misma clase de arma que contribuyó a que los muyaidines afganos derrotaran los soviéticos en el conflicto de 1980.
De igual modo, se desvela la existencia de unidades secretas conocido como Fuerza de Intervención 373 –un grupo clasificado de operativos especiales del Ejército y de la Marina– que cuentan con una lista de «muerte o captura» en la que figuran unos 70 altos comandantes insurgentes. También se revela que grupos paramilitares relacionados con la CIA, y conocidos como miembros de la OGA (Otra Agencia del Gobierno, por sus siglas en inglés) operan en Afganistán y ocasionalmente se han cobrado indirectamente las vidas de civiles en el transcurso de sus maniobras.
Las misiones de estas unidades secretas, apunta el ‘NY Times’ según los documentos, «han aumentado en número bajo la administración Obama, con un éxito notable». Sin embargo, además de las bajas civiles que causan estos operativos, encargados de organizar emboscadas, ordenar ataques aéreos y emprender asaltos nocturnos, comportan un gran coste económico.
En este sentido, también se destaca que la CIA ha corrido desde 2001 a 2008 con los gastos de las agencias de espionaje afganas, las cuales se han convertido «en una mera subsidiaria» de la Agencia Central de Inteligencia. Del mismo modo, el Ejército está aumentando el uso de aviones no tripulados a pesar de que «su rendimiento está siendo mucho menos impresionante» del que se ha estimado públicamente.
Algunos, según los informes «se estrellan o chocan entre sí», lo que desemboca en «misiones enormemente arriesgadas» para recuperar los restos de los aparatos antes de que los talibán se hagan con el armamento que transportan. Los informes, en términos generales, describen a una insurgencia «resistente y astuta» que está desangrando a las fuerzas estadounidenses a través de una guerra de desgaste, según las conclusiones preliminares de los numerosos periodistas del diario estadounidense encargados de analizar los documentos.
Los talibán eligen cuándo, cómo y dónde luchar, usando técnicas de sabotaje y engaño, así como tácticas de manipulación psicológica sobre los oficiales y los civiles afganos, bien a través de amenazas, carisma, violencia, dinero, fervor religioso o llamamientos populistas. Queda por contrastar el número de bajas civiles detallado en los documentos por «conducta inapropiada» de los soldados: casi 200 civiles podrían haber muerto y otros 174 habrían resultado heridos a manos de las tropas de la coalición al ser confundidos con terroristas suicidas.
Condena de la Casa Blanca
La condena más contundente ha llegado de uno de los individuos más cercanos a Obama, su asesor en materia de seguridad. Para James Jones, «la revelación de esta información clasificada pone en peligro las vidas de los estadounidenses». Jones critica que «Wikileaks no ha hecho el menor esfuerzo para ponerse en contacto con nosotros sobre estos documentos» y lamenta haberse enterado de la filtración a través de los medios de comunicación que los ha recibido. «Estas filtraciones irresponsables», garantizó, «no tendrán repercusión alguna en nuestra relación con Pakistán y Afganistán, y en nuestro apoyo a las aspiraciones de ambos pueblos», según la declaración oficial recogida por el diario ‘The Huffington Post’.
De igual modo, otras fuentes de la Casa Blanca han negado que la administración Obama presentara deliberadamente un retrato confuso de la situación en Afganistán. «El presidente ha sido muy claro a la hora de hablar al pueblo estadounidense sobre los desafíos a los que nos enfrentamos», declaró al ‘NY Times’ el asesor de Seguridad Nacional para Comunicaciones Estratégicas, Benjamin Rhodes, quien condenó enérgicamente la filtración de Wikileaks por tratarse de «información privada que pone las vidas de los militares estadounidenses y sus aliados, y que amenaza la seguridad nacional».
Rhodes indicó que la guerra en Afganistán «ha carecido de los fondos necesarios durante muchos años» y que la decisión adoptada por el presidente Obama en diciembre de 2009 para aumentar las tropas en 30.000 efectivos es un intento de «responder a la grave situación» en el país centroasiático. «Si permitimos que Afganistán vaya cuesta abajo, volveremos a enfrentarnos de nuevo a amenazas de grupos extremistas como Al Qaeda, que contarán con un mayor margen de maniobra para conspirar y entrenar. No podemos permitir que eso suceda», indicó.